Ya te escuché, no te puedes esconder. Anoche declaraste una revolución, triples saltos mortales, volteretas varias, nunca fue tan intenso ni por tanto tiempo. Me imagino que cada día le darás menos cuartel a Mamá. Esta mañana escuché latir tu corazón.
La habitación estaba en silencio, era muy temprano. Como cada mañana me acerqué a su barriga para sentirte. Generalmente escucho burbujeos de tripas y extraños sonidos que, supongo, te arrullan. Hoy fue distinto. Apenas se oían pequeñas burbujitas, y ahí en el fondo, fuerte y claro... tú.
Juju, juju, juju –digamos que ésa es la onomatopeya más cercana–, como una locomotora. Sé que estás ahí y pronto estarás en mis brazos.
Aquí te espero.
Papá
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