lunes, marzo 20, 2006

Psicoprofiláctico

Finalmente decidimos tomar un curso. Cuando se es primerizo, esto del embarazo es como llegar a una juguetería e instalarse ahí nueve meses. Por momentos (la gran mayoría) es como una fantasía en donde todo es amor, felicidad y risas. Ir con los doctores es emocionante (como ver a Lucio en el monitor), pero hay un momento en el que la información es demasiada, tanto, que lejos de aclarar confunde. Durante todo este tiempo se deben ir tomando decisiones, es como el propedéutico de la paternidad. Decisiones que afectarán el futuro de Lucio. Las preguntas son muchas y las preocupaciones más. Al principio nos cuestionábamos a qué tipo de escuela irá, y si debe tomar clases de natación o piano. Pero las decisiones más importantes son las que afectan desde el momento del parto.
En México se registran porcentajes alarmantes en la realización de operaciones cesáreas injustificadas. Pedirlas es casi tan fácil como pedir una pizza. Nosotros nunca tuvimos dudas, queremos para Lucio la chamba completa, el camino largo, el estira y afloje. Lo difícil incluso no es decidirlo, sino encontrar al personal médico y el hospital que ofrezcan la opción. Por más de un mes hemos descubierto con horror que no sólo las madres piden una cesárea: también los médicos de forma tendenciosa explican cada vez más las ventajas y desventajas de esta cirugía. Ya estamos en la recta final y la hora de tomar decisiones serias ha llegado. Todo esto ha traído consigo una coordinación de equipo fantástico entre Mamá de Lucio y yo. Somos como un poderoso músculo perineal alistado para el parto.


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