lunes, diciembre 12, 2005

El primer perro de Lucio

Siempre discutí con Mamá de Lucio la posibilidad de tener un perro, o dos. Su negativa siempre estuvo argumentada por su alergia. Llegué a pensar que sólo era una postura extrema (como algunas otras posturas). Con el tiempo me conformé con ver durante el fin de semana a Perro, que vive feliz con Mamanena.
El sábado pasado, después de hacer el súper, dos perros cruzaron el eje vial y estuvieron cerca de causar una tragedia. «No son perros callejeros, míralos, están hermosos, seguro que hoy los bañaron, alguna familia debe estar sufriendo por su pérdida» son algunos de los pesares que aquejaban el corazón de Mamá de Lucio, sobre todo ahora que su instinto materno está a flor de piel. Al silbarles, los perros corrieron hacia nosotros como si nos conocieran, o como si supiéramos cómo indicarles el camino de vuelta a casa. Botamos todo para emprender la búsqueda. «Una familia seguro busca con desesperación a sus bebés». La nobleza canina nos permitió acercarnos con toda confianza a los peludos perdidos. Un lanudo Shitsu, inteligente, voluntarioso y adorable. El otro. Un monstruo de pelo, un cachorro de 4 meses que acostado supera el metro con veinte. A Mamá de Lucio se le ocurrió usar como correas bolsas de súper y llevarlos de regreso al Parque México con la esperanza de encontrar a sus dueños. El esfuerzo no dio frutos. Tres horas después regresamos a pasar una noche de perros, entre las alergias de Mamá de Lucio y la incertidumbre de cuidar a dos pequeñas bestias. A las 4 am nos mirábamos los cuatro sin saber qué hacer. Hicimos incluso preparativos para mudarlos con Mamanena.
Por la mañana los saqué a olfatear prados... en realidad a regar el pasto y a practicar el cambio de pañales (agggh!). Sorpresivamente sus dueños aparecieron, un actor condesero en calzones y su pareja, un director de cine y telenovelas, resultaron ser los dueños. Muchas seguro me envidian por lo que vi. Tras explicaciones, la invitación a una fiesta e infinidad de agradecimientos, regresé a casa.
Ese día nos inspiro varias enseñanzas. Los suburbios no son opción, la vida que queremos vivir está aquí, en la convivencia con la gente y en la esperanza de un mejor lugar para vivir queremos una casa con jardín en la ciudad, Lucio merece vivir una infancia feliz de parque y no de asiento trasero durmiendo largas horas de tráfico, necesita uno o dos perros con los que pueda jugar y valorar la nobleza de los animales en un espacio que a todos nos permita ser felices y convivir el mayor tiempo necesario. ¿De qué sirve buscar el mayor bienestar para lo más preciado que tenemos si no lo podemos disfrutar por falta de tiempo?

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