viernes, diciembre 23, 2005

¿Falta mucho, papá pitufo?

TÓRTOLOS VIAJEROS Hacía frío, mucho frío en Tequisquiapan


Con frecuencia recuerdo con cariño a mi muy querido abuelo. Su paciencia y adorable personalidad le permitieron cumplir casi 57 años de casado con mi abuela, no necesariamente todos felices, pero sin duda abundantes de una paciencia que lo llevó a asegurarse un lugar en el cielo. Casi todas las mañanas, antes de salir, busco en mi corazón un destello, una luz aunque sea tenue, de esa ahora santificada paciencia. Miro al techo y me tomo las manos en la espalda, igual que lo hacía él. Impaciente, comienzo a sacudir las llaves, Mamá de Lucio, concentrada, pregunta «¿Ya revisaste la cocina amorcito?» Y mi respuesta casi siempre es la misma: «Sí, mi vida, y la luz y el gas y las ventanas y no, no se tira el agua, no dejaste conectada la plancha ni se te olvida nada». Por alguna razón, posiblemente atribuible a un karma, Mamá de Lucio da tantas vueltas antes de salir como lo hacía mi abuela.
Hoy, primer día de las anheladas vacaciones, la salida a casa de Tía favorita se retrasó algunas horas y se le sumó una partida larga y llena de regresos y revisiones. El itinerario, al final, cambió por completo. Decidimos pasar la noche en el hotel "Sol y Fiesta" en Tequisquiapan, un poco caro y de mal gusto, pero amorosamente acogedor. Lucio trae su propia fiesta, salta, brinca y empuja la barriga de mamá; ya es perfectamente perceptible, aún sin tocar la barriga. Creemos que le emociona la idea de que sus padres, al fin y por VEZ PRIMERA, tomen vacaciones desde que están juntos.

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